A casi dos años de crear el Green Swap Club, allá estuvimos.


Foto de Carlos Cruz, nuestro fotógrafo oficial trabajando sin su cámara con un smartphone (2020). Estaban casi todos los participantes. Algunos se fueron integrando después.  
El pasado 10 de enero tuve el placer de poder de escuchar y compartir sobre los intercambios en una charla abierta al público general en el Ateneu Roig. Pude conocer a Aïda y Clàudia de Slow Fashion & Co. y convivir con Luīze de Un Armario Verde, que como sabrán, fue quien me animaría a crear nuestro club y ha sido quien organizó el evento Hablemos de los intercambios para aprovechar mi visita a la ciudad de Barcelona. Gracias por ello.
Como la ropa está en nuestras vidas siempre, resulta ser un objeto que reúne a todo tipo de personas, y por eso da mucho de qué hablar, así que el tiempo no sobró. Viernes en la noche, y la cosa no paraba. Sumemos que había té, vino y chocolates que llevó Luīze.
Hablamos un poco de aquellos aspectos que implican organizar un swap o intercambio con las características de nuestra iniciativa. Empezando por cómo nombrarles. Es decir, no son bazares, no son flea markets, no son intercambios estrictamente hablando: se acercan a ser gratifiras o tiendas gratis ¿Qué son? Yo propuse nombrarlos intercambios libres. Al final, hay que explicar y consolidar esta dinámica que, aunque suele suponerse que es algo que ya existía, la gente no tiene muy claro qué hacer al llegar a los eventos. Coincidimos en que hay que explicar de muchas maneras: no todos se leen la descripción del evento y no todos pueden creer que algo gratis sea realmente gratis.
Ha sido interesante escuchar que esto es ambientalismo, anticonsumismo, pero que además es algo que construye comunidad, porque se da otra relación que no es la de compra-venta. Se ha dicho que el problema es pedagógico. Y qué cierto. En mi experiencia la gente que participa está aprendiendo y rápido. Y la iniciativa se reproduce en estilos distintos. Luīze es organizada y documenta de forma admirable todos los procesos, Aïda y Clàudia agregan el plus de una charla reivindicativa sobre el porqué hacemos lo que hacemos. Yo voy por hacer memes, por el humor pues, porque a veces siento que ya estamos desencantados en estas formas de resistencia.
Charlamos más de dos horas, así que no podré abarcar todos los temas, que algunos se salían por la tangente. Hemos compartido sobre los trolls o los seguidores que no han sido muy gratos. Esto de: creo que hago algo bueno por mi comunidad, ¿y aun así tengo haters? Sucede, y se siente una desanimada.
En mi caso me sienta mal recibir mensajes de personas que desean vender sus cosas en el evento, personas que sé que viven de ello y pues, prefiero mantenerlo así: funcionando sin dinero. En el encuentro se ha planteado que cobremos un poco en la entrada para recuperar algo por nuestro trabajo, y lo he reflexionado, pero me mantengo algo purista al respecto.
Otro tópico que las organizadoras de intercambios padecimos fue el de la ropa en mal estado o el exceso de ropa que tenemos que llevar a reciclar, a clasificar y donar en distintas asociaciones (posterior al evento hay un montón de faena por esto). Hay una cultura escasa de donación: a veces las personas llevan cosas que no pueden ya utilizarse. Esto, se planteó como parte de un no saber compartir e identificar, pero también como parte de los apegos que tenemos con la ropa: aquello que parece fabuloso quizá no lo es tanto y viceversa.
Aunque me hubiera gustado explorar ciertos temas a fondo, como porqué hay más mujeres que hombres relacionadas en estas iniciativas o el futuro de la resistencia textil, surgieron temas que me hicieron sentir acompañada y comprendida en este movimiento que a veces se siente un poco de lobas solitarias. Ese día compartimos estrategias y desahogos. Y aunque somos aún pocas lobas, al parecer ya somos una gran tribu que está creciendo en varias ciudades del mundo.

Lily

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